El arte más alla de los límites

El pasado 12 de noviembre tuvimos un grato encuentro con Kekena Corvalán, profesora de historia del arte, que se acercó a ProyectArte para compartir con nosotros las modificaciones que se llevaron a cabo en la segunda exposición más antigua de arte contemporáneo internacional, la Bienal de San Pablo, cuya edición número 29 se desarrolló entre el 25 de septiembre y el 12 de diciembre.
Dentro de las nuevas disposiciones, nos encontramos con que este año no se aceptaron envíos nacionales, los curadores trabajaron en equipo, se incluyeron obras inéditas y se buscó amalgamar el arte con la política.
Gracias a estos cambios se obtuvieron interesantes resultados y participaciones peculiares, como ser la presentación de obras creadas bajo una mirada antropológica sobre algunos pueblos originarios de América, hiperrealismo que refleja el repudio del artista hacia líderes políticos y religiosos, y hasta representaciones en miniatura de los mayores centros clandestinos de la dictadura. Estas nuevas perspectivas hicieron que nos planteásemos si existen límites para el arte y cuáles serían.
Como principal exponente de esta nueva mirada con respecto al arte, nos visitó Ana Gallardo, artista rosarina que participó este año de la Bienal. A partir de las herramientas del dibujo participativo, la investigación etnográfica y la incorporación de la materia social al cuerpo de su obra, Ana pone el foco en un cúmulo de cuestiones culturales y políticas que van de la singularidad de las historias de vida a las condiciones de existencia en las sociedades contemporáneas. Gallardo siempre parte de los relatos personales para desarrollar instalaciones que combinan técnicas como la historia oral y la investigación participante con el empleo de medios plásticos en sentido estricto, pero que también nos desafían a reconocer las visiones políticas y las expectativas proyectuales inherentes al empleo de estos métodos, y a identificar aspectos institucionales y educacionales en una práctica tan simple como puede ser el baile.
En Ciudad de México, donde residió durante muchos años, Gallardo se interiorizó con la cultura del danzón, un tipo de baile popular practicado por los ancianos en las plazas públicas. Allí conoció a don Raúl, y luego a Lucio y Conchita, que son pareja de baile hace nueve años y a quienes invitó a la bienal a dar clases de baile y relatar sus experiencias, junto a María Ascención, una maestra de danzón.
Al reconstruir materialmente el espacio de una danzonera, Gallardo encuentra un denominador común entre la dinámica del trabajo colaborativo, la problemática de la vejez en el mundo actual y la posibilidad de vincular expectativas utópicas con tradiciones populares firmemente asentadas en una idiosincrasia local.
A través del relato de esta experiencia pudimos comprobar que más allá de los límites, el arte puede tener como finalidad compartir un momento y, quizá, llegar a mejorar nuestro estilo de vida.